9 de diciembre de 2013

Inundación

- Inundación I

Mitad. Saborear nuestra propia boca, ¿alguna muela abuela te dijo que hacer hoy? La podredumbre conoce todas las formas del dolor y la mentira. Se acerca. Cae en el ojo seco del diluvio ya muerto. Alegría de poder palpar los dientes finalmente desenredados. Alrededor de la mugre solo quedan siluetas enfermas que el diluvio liberó de su bolso al morir. Si supiera de que manos bebés esos nombres que llenan tu corazón de narices ñatas, podría ser capaz de traerte una bufanda que desacelere tu sangre y haga de tu frío una risa que borre todo mal. Explosiones. Abrir todo lo nuestro. Todas las nueces, ventanas, agendas, monedas y pianos, para pintarnos el alma con la tinta que guardan en la médula. Una vez que logremos camuflarlo todo, sentémonos a ver como se nos enfría la cena. Sobre la mesa todos nuestros deseos, para que sean oídos.

- Inundación  II

Darse cuenta a tiempo de que cuerdas uno debe tirar, para ahorcar al cordero que sabe hablar.

Cuando se ríe ella sin saberlo deja ver un fragmento de su alma, y eso a uno lo hace pensar, si contárselo o no, porque podría ser esa su razón en este lugar, ¿y para que entorpecer tan hermosa melodía?

Sueña que todos sus sueños se merman hasta que en sus manos solo queda el esqueleto de lo que alguna vez fue ella despierta.

- Inundación  III

Vine a este mundo para beber de los cielos tejidos por fantasmas a los que el polvo y las arañas ya no quieren tocar. Fantasmas que han sido olvidados en los cajones de los cubiertos, ahí, en la cocina, junto al silbido de la pava y los vapores que despiden nuestros cuerpos cuando oímos hablar de ellos, o nosotros. En el fondo tememos eso, reencontrarnos con los cuerpos que hemos enterrado en cada olvido, ahí, donde gobiernan los duendes. Bueno, cada ser que hemos conocido, e incluso aquellos que no, le pertenece a estos y a todos sus hijos, los gatos. Ahí.

- Inundación  IV

¿A nadie se le ocurrió buscar ese acorde perdido en los malheridos inviernos que hay en tu lengua, bosque? Si no te ofende, soltaré algunas de mis cuerdas carroñeras para que puedan comer y beber de tus amigos. Me sorprende tanto que tu silencio no venga a cebarnos mate. No tapes con zorzales al Sol (tu rostro verdadero). No enciendas más primaveras, que ninguna viene para enterrar a los cadáveres de las estaciones frías pasadas. A lo lejos, pilas de minutos masacrados, pilas y pilas, fertilizando el suelo negro de los relojes. Vos siempre hablas de tus amores, viejos y rotos, distantes y malditos, de que la Muerte alguna vez te lloró, de los astros que aún de tu corazón no se han ido, de las arañas que te quieren llevar a Marte, de muchos bebés sonrientes que caen junto con tus lluvias.

Maximiliano Olivera

13 de noviembre de 2013

Degluciones

Ciudadela
Dos minutos, veintitrés segundos.
Lo que duró la tos.
Lo que duró cubrir la cama de estertores
y pensamientos citadinos.
No sirve de nada abrir una ventana,
las calles parecen alfombras oscuras
meadas por cientos de gatos escuálidos.
El sol sale para alimentar a las urbes
con pequeños pájaros de colores.
Nadie me pregunta por qué ya no escribo
acerca de mis sueños recientes, lejanos.
Esta siesta fui un pescador
que por primera vez amó
la naturaleza del río
y los dibujos que hace el verano en el agua.
Que vio con otros ojos al pez que suplicaba
por su vida, mientras la red lo abrazaba
y el viento acariciaba sus escamas rotas.
Luego me despertó la fuerte fiebre
y un sudor que recorría mi frente,
sacudiéndome así como la vida sacudía a ese animal.
Ambos quedamos atrapados en nuestros mundos
sin que alguien pudiera liberarnos
de nuestras redes de aire-infierno.

Carroña
Me acerqué y le robé un beso a la madre de todas las náuseas. Quería que ella supiera mi nombre, pero, a cambio del suyo le mostré una sonrisa apenas diluida en mieles de vida. Tan pálida miseria estrujó a mi serenidad, que tuve que escaparme de todas las caras y nombres... hasta los que tienen mis propios problemas.
Ya no me importaba ni el aire helado que intentaba esterilizar mi boca con más y más alcohol. Sentí la garganta llena de osamenta de roedores, de colillas de cigarrillos, de gente descalza subiendo y bajándose de mí todo el tiempo como si se tratara de cualquier transporte publico en hora pico.
Ahí estaba. Mi cuerpo como un esqueleto quieto, tirado sobre el pasto empapado en músicas y luces. Sintiéndome como si la muerte me hubiese arañado por dentro, y cada herida le dijera a mi oído: ¡fuego! ¡FUEGO!
Vomité sobre mis propios miedos, sofocando todo hedor, toda pasión.
Cerré los ojos y, buscando un pensamiento menos corpulento y dañino, me quedé súbitamente dormido.

Cenotafio
Me encontré viajando en un auto de piel enferma, agrietada. La noche repentina había nacido con ojos vidriosos y una larga nariz que no dejaba de gotear rocío. Sus manos huesudas nunca dejaron en paz al viento. Se burlaban de este, por su cara perfectamente redonda, su piel blanca, risueña. Un aspecto que no encajaba con el páramo infeliz.
Dentro del vehículo dos bocas me escupían sugerencias para dejarme desfallecer y regresar mi carne al barro. No les hice caso, y disparé una seña de que todo aún estaba bien y proseguí pensando que haría al día siguiente. Ellos miraban mi frío y el vacío de mis ojos, mi enfermedad llamada "mente". Sufrí sus voces en todo el viaje. Hasta que finalmente me arrojaron al costado de una ruta, con mi ropa sucia, mis preguntas sin respuesta y las visiones dantescas de toda mi vida.
El auto se alejó hacia el alba. Y sí, tenía razón, de verdad parecía como si un enjambre de colores apagados lo hubiese atacado tan salvajemente. Una enorme mano de luz lo hizo desvanecer para siempre. Agaché la cabeza, observé por ultima vez mis pies descalzos, estos se pusieron a andar, y yo continué en la dirección contraria a la que ellos eligieron.

Confluencia 
Cuando la sangre se vuelve un nubarrón anclado en el cielo.
Cuando los espejos se cubren de polvo y años,
y no me dejan ver quien fui todo este tiempo.
Cuando los acordes huyen de mis dedos
para arrojarse a una garganta menos silenciosa.
Cuando la tinta que elijo para nombrarte
hace arder mis cuadernos y brazos.
Cuando la verdad pesa lo mismo que una sombra
que te mira con sus ojos de diamante-invierno.
Cuando mis libros favoritos prefieren volver a ser arboles
y no un barro en el que las bellezas se hunden para morir.

Mis preguntas parecen hormigas apuradas
cargando granos de azúcar mucho más grandes
que mis sueños o yo.

Maximiliano Olivera

#4

Y los alfileres en donde te hundís,
el metal del que te gustaría ser parte,
fundirte con todas las piedras liquidas, brillantes,
latentes, escondidas.
Sería como recolectar huesos de animales muertos
solo para observar sus paisajes de polvo,
la devastación pura.
Lugares oscuros, olvidados, desaparecidos.
Lugares que solo existen en ellos y nosotros
en lo que dure la sed.
Esta sed de ser nombrados.
Somos tan diferentes bajo la luz de los arboles.
Este rostro que doy a un sol que no me oye.
Esta mano rota que es mía, y aun así no sabe mi nombre.
La radio suena porque es todo lo que hay,
lo que aun queda.
Atrapa todas las sangres y las convierte en voces.
¿Seremos tan solo ecos distantes y malditos?

Maximiliano Olivera

14 de octubre de 2013

Esturnela

Quebré todos los tallos de tus promesas, apurado por olvidar quien sos. Pero, ¿quien fuiste? ¿Alguna vez tu voz fue mi cántaro-viento-rincón? Las luces de la tormenta aun respiran, reposan en mis manos. Las ratas se comen los últimos colores de mis células. Necesito una habitación más, para guardar el agua de todos mis fracasos. Sería el lugar ideal para mis barcos de falso papel. Tal vez pueda incluso navegar... y pensar en nuestras caras cubiertas de humedad, las puertas de la piel estarían completamente abiertas y orgullosas de recibir a la tan bella bruma.

Maximiliano Olivera

Darlo todo (arriba)

Esconder mis sueños
en el baúl calcinado
que aun transpira,
que aun evapora toda sangre.
Esconder mis ojos
en el baúl de tizne y cristal,
cuando todo quema y arde,
cuando la mente nos dice:
"ningún minuto te quiere abandonar".
Esconderme con vos, vacío,
que estás en todas partes
y tus uñas que siempre le dicen
a mi espalda: "estás bien muerto, muerto".
Esconderme del viento
que muerde mis piernas,
porque desde hace meses
es un perro ciego
que espera mi mirada
para hacerme estallar
junto a todos los colores del mundo.
Esconderme,
para que las voces del día
no me defequen en las manos,
para que el azul vuelva a ser azul
y tus labios me salven
ahora, ahora, ahora.
Porque no puedo más que esconderme
y esconderme,
esperando a que la Luna
se aleje de mí,
porque todo lo que toca
se arruga hasta desaparecer.
Y no quiero desaparecer hoy,
tan solo quiero
que esa mano deje de mirar
mi cuerpo desnudo,
que tiembla asustado y no logra pensar
porque es rasguñado por mis propios deseos desvanecidos
que respiran el aroma chamuscado de la piel.
Mi cuerpo desnudo.
Mi cuerpo que ya no es verano.
Mi cuerpo.

Maximiliano Olivera

27 de septiembre de 2013

Soma

¿Esta es la sangre por la cual lloraste y dormiste cubierto completamente de chispas, resistiendo los minutos a toda costa, sin pensar en la extraña suerte que tenés o en aquella fría dama que estuvo vistiendo de seda tus dientes? Fue una corta melodía que parió a una madre que terminaría siendo un hermano.

Maximiliano Olivera

26 de septiembre de 2013

Solemnidad, gravedad

Ayer nos despedimos muy tristemente. Te escribo a unas cuantas horas de distancia de esa escena. Todavía siento en mí ese abrazo que nos dimos, porque pienso en vos y se me viene a la mente la manera en que se dio, la fuerza que aplicaron los brazos,  mis ojos cerrados o entreabiertos (como la puerta que segundos después me regaló un ruido en la cabeza... mi cabeza con un cielo lleno de fuegos artificiales que me asustaban), mi cuerpo inmóvil frente a una ciudad de luces y cenizas.
Me desperté triste, con sed, sin haber dormido bien. Te escribo un domingo a las 6:47. Me anima saber que llegué a este día para escribirte esta carta que no es mas que un soplo lleno de amor que te envío, para que me perdones por a veces no saber que decir, por no querer hablar de más (¿lo justo siempre es poco?), por prolongar mas de lo debido ese momento en que uno piensa lo que va a decir, por no haber aprendido de mí.

Maximiliano Olivera

A caminar caminar caminar

Estalactitas en su nariz. Porque el invierno es así de cruel a veces, viene para romper todas las copas que hay en la garganta. Copas vacías, por supuesto. El alcohol bueno se acabó un día, entre charlas sumisas, entre ruedas y estómagos endebles. Ahora alguien de entre el montón de voces caerá hasta a ella con su licor barato, y le dice: "te lavará la sien". ¿Es porque tan sucia está mi mente?, se pregunta ella, sin entender. Se siente sola. Entonces bebe hasta que el mundo se vuelve un rincón en el que no quisiera estar, pero está, y se sienta ahí, quietita, en silencio. Juntando todos los cristales rotos de su garganta, para después regalárselos al Sol.

*

Manchas sobre el mantel que parecen ciudades que ya no aparecen en los mapas, pero, sin embargo, las conozco mejor que la mía. Ciudades muertas de hambre que fueron la enfermedad de los duendes. ¿Llegaremos a sentir algo nuevo, acá, bajo la mirada de pájaros hechos de globos, lamiéndole las tetas a un sentimiento tan insípido como lo es el odio?

**

Ruido de enjambres que simulan ser imanes que rechazan nuestros cuerpos. Alejándonos de la prisa, con prisa. Debés bordar delicadamente mis dientes secos, antes de que despierten y se astillen del terror. Los arranqué de mis brazos. Los arranqué para vos. Dame una de tus resistentes venas para atar a todos los caballos que he traído hasta acá. Una es suficiente. Ellos no saben tirar, al igual que nuestras sonrisas, que ni siquiera saben por qué llorar.

***

Con el cielo en la punta de la nariz. Nadie me ve cuando despierto y me levanto de mis ropas, en la mañana más sórdida, para vestir a cada uno de los niños calcinados que no logran resistir las llamas de mis sueños. Comienzo a derramarme sobre la mesa donde un nuevo diente crece, para masticar cada taza de café que rechacen mis manos.
Es mejor sentarse a ver como se arrastran las grandes ciudades, o como son arrastradas. ¿Destrozando el acelerador, tal vez? ¿Destrozando fechas moribundas que ya son casi polvo? Es muy fácil ser esa clase de persona que se relaja dentro de su suerte y no reconoce nada más que su propia voz, que vende estados de ánimo a los bastardos. Siempre dentro de su suerte. Suerte. Uno se ríe, a veces, de la propia vergüenza. Languidez que estalla. Letras demasiado ocupadas para entender por qué nos llueve la mente y nos gotea sobre los pies helados. Medias rotas que nos trasladan hacia esa ventana donde lo vemos todo de nosotros mismos. Todo. Aun sigo envuelto en las caras sonrojadas de ayer, pintadas con alcohol y golpes que el amor a veces nos da. Ninguna de ellas dice algo sobre mis párpados tristes. Caballerosas deidades que se aproximan a mí para amar a este calor sofocante que hoy muerde mi cuello. Éste silencio en la habitación presagia un día lleno de puertas rechinantes. La única luz del día está dentro de mi cabeza, mis neuronas saben cómo hacés el amor.

****

Pulgar, me darás tu suelo para hacerme rodar en él.
Lamiendo el anzuelo donde pronto seré un animal muerto.
Nadie entiende nada, y solo dicen:
"¿por qué todos querrían romper tu corazón?".
Bueno, acercate y sabrás bien porqué.

Maximiliano Olivera

17 de septiembre de 2013

Calma

Mueble al costado de la boca de otra habitación
que se aleja de nuestros poemas de amores malditos.
Nos encontraremos en los túneles que cavamos hace siglos.
Túneles en los ojos para huir de esto que llamamos ceguera.
Días y noches, preguntándonos: "¿quién y dónde?"
Sabemos cuánto oro y ceniza tendremos que llevar hasta nuestras muertes.
Sabemos que seremos esto y aquello, cuando se vuelva pequeño el corazón
y se asfixie la caricia que busca salvación en rostros distantes.
No olvidar el fuego. Siempre hay un fuego dando vueltas por ahí.
Girando sobre nuestras almohadas, esperándonos al final del sueño.
Madrugadas enteras que fueron traídas por manos encantadoras,
dulces y aterciopeladas, que tal vez vengan a cambiar nuestros días.
Enarbolar cada uno de nuestros dedos por encima del cielo.
Allá en lo alto, no habrá nada más que dos estrellas y un montón de calma.
Calma.

Maximiliano Olivera

¿Acaso robarías mi canción?

Durmiendo siempre. Llorando en todos los sueños que a veces se dan. Lágrimas que llenan a una garganta en la que suelo navegar, es mi balsa, porque yo solo no se nadar. Se va llenando hasta no poder más. Preferiría hundirme en el aire, cayendo como un ave o un deseo cualquiera. Despertando tarde todo el tiempo. La boca arde y tiene el sabor de una moneda. Aún puedo sentir muchas manos ensunciándola.

Maximiliano Olivera

La gran implosión

La tinta flaca que es mi corazón se despereza, naciendo todo el tiempo, como la arena de la que está hecha una mano infinita, de dedos que van por la vida corriendo de un lugar a otro, sin descanso. Sin descanso. Así, como ésta mentira de domingos que hundimos en nuestras muelas para no oírnos a nosotros mismos. Ahora, ya diseminada en nuestra sangre, nos abre senderos que nunca habíamos visto.
La tinta flaca que es mi corazón se recuesta sobre el pasto más verde y lejano, para llorarle a un cielo de luces que hace tiempo han muerto. Solitaria. Taciturna. Es una mancha de luz en la nuca de una sombra. Una partecita de mí que huye dentro de cada llamarada que el silencio escupe como si fuera un Sol. Un Sol que lo es todo en mi mundo.

Maximiliano Olivera

Una gran división entre la risa y el arte del olvido

Fin, fin, fin. Nací producto del celo de dos puntos grises que se unieron para ser otro color. Todo comenzó con unos besos ligeros, porque no hay que dejar de respirar; unas dulces palabras para sustraer enteramente la belleza, que tiende a escapar. Luego unos barrancos más abajo, ya dentro del cristal, el amor arrancó todos los cables que los demás sentimientos a la fuerza metieron en su boca, y se liberó de toda esa basura rosada, secular e impronunciable. Pateó todos los castillos, bosques y montañas que se le cruzaron, y siguió su camino hasta llegar al mar, y sin saber nadar, continuó, donde hizo exactamente lo mismo que en tierra, hasta que el aire se le agotó. Todo lo que quedó atrás sirvió para erigir esta pirámide que ves, que soy. De esas ruinas, muertes y fuego, viene mi sabiduría; del montón de polvo y cenizas, mi voz. Me alivia ser ese resultado que ni siquiera Dios pensó.

*

Mierda, mierda, mierda. Tornado, no me dejés afuera de mi propio sueño. Donde estoy ahora hace tanto frió y calor, y yo no se nunca bajo qué piedras esperar, algunas suspiran y puedo oírlas preparándose para copular. Por favor, aunque sea abrí una ventana, que quiero saber por qué todo muere en tu interior.

**

Gris, gris, gris. El perrito hizo un pozo con sus patas, al que pronto tapó no sin antes esconder celosamente su mensaje a los dioses: "maestro, quisiera no ser más así, tan liquido, tan fractal."

***

Hogar, hogar, hogar. Padre, se que hace meses que no me veías y te pido perdón si te llegué a preocupar, pero, tenés que saber que mientras estuve recorriendo este bello país la pasé muy bien, yendo de un pueblo a otro, conociendo gente muy colorida, paisajes de ensueño, viendo animales que nunca había visto. Y todo el tiempo estabas en mi mente, ¿sabés? Anclado en el medio de un cerro o sobre una barca, sorprendido de la inmensidad, la que nunca los edificios y la neurosis te permitieron una sola probada. Vine para decirte, entre otras cosas, cuanto lo siento. Antes de emprender el viaje hice algunas cosas de las cuales me avergüenzo. Seguro no lo notaste, pero, mientras dormías una de tus siestas, robé tu lengua, la cual me sirvió después para alimentar a un perro que tenía tu misma mirada. Bueno, pensaba que tal vez no la necesitarías más, ya que nunca decías nada. Ahora aligeré un poco tu cuerpo, tu almita te lo va a agradecer más tarde.
También vendí tu pulmón más sano a un joven saxofonista, y tampoco pienso que esto te genere algún mal. Vamos, papá, en tu estado, un par de pulmones vendrían a ser casi como jugar un partido de fútbol con dos arqueros en tu equipo, ya que tu cuerpo con el tiempo se va haciendo, como te lo prometí, más liviano, pero nunca frágil, nunca. Cada vez menos órganos que oxigenar. Aligeré aún más tu cuerpo, tu almita hoy podrá mostrar contenta todos sus dientes.
Además de todo esto que te cuento, hice algo que creerías bueno. Como sé que nunca conociste el mar y te morías por conocerlo, corté con mucho cuidado tus manos y me las llevé. Apenas estuve cerca del océano, me acerqué y acaricié el agua con ellas. ¿Estás un poquito mejor ahora?

Maximiliano Olivera

9 de julio de 2013

Lobos

26 de diciembre de 1993

    Querido diario:
    Hoy conocí una laguna muy bonita, apacible, verdeada. Yo bromeaba todo el tiempo preguntándole al aire del estío: "¿seguro que es un lago y no un espejo de sal y peces?". Bueno, estaba completamente maravillado. Aquello brillaba tanto. El sol estaba clavado como un alfiler en el centro de todo. (¿Y si de verdad era otra cosa, tal vez un huevo gigante partido por la mitad?) Eso era hermosamente mágico. Todos los botes también lo eran. Todas las personas parecían felices y despreocupadas. Algunos tomaban mate, otros tirados en el pasto bebían Sol y palabras. Perros jugando de acá para allá con los niños, que eran más ruidosos que el motor que hace girar al mundo. Y nada de esto entorpecía el encantamiento que yo estaba atravesando. Si la libertad existía, pensaba, de seguro se había bañado en estas aguas. Vi mi escurridizo reflejo al acercarme. Por primera vez no fui caos y dientes.
    Mientras volvía en tren una voz rondó por mi cabeza, voy a transcribir lo que decía lo mejor que pueda:
    "Qué hedor despide el yo y que asco me produce la manera en la que alimentás esos bichos que vos llamás "minutos". Insectos jodidos, eh. Y me sonreís. ¿Sonreís siempre por todo o sólo cuando te pesa la saliva? Che, si te descuidás la vida te va a disparar en la cara otra roncha más, la futura picazón que te anulará el pensamiento. Che, che, che, che. No te detengas en eso. No te rasqués así, tan puerilmente. Te vas a arruinar la sonrisa idiota."
    Es todo por el día de hoy. Hasta la próxima.



***

    Otra vez en casa. Recosté mis cansados abrigos sobre un largo sillón cubierto de aún más y más ropa mía. Fui a la cocina, a beber agua y pensar sobre que escribiría luego. Bebí un poco. Me senté sobre el piso frío. Mientras meditaba, mi sediento estomago se terminó toda una botella de agua. Apoyé la cabeza sobre las rodillas y cerré los ojos un rato, algo así como 5 minutos.  Al abrirlos, levanté la mirada y mamá se acercó hasta mí, abrió mis manos y volcó en ellas una semilla. Antes de que mi susto difuminara su forma espectral, me susurró: "arropala". Esa cosa que me había entregado cayó a un costado mio, junto con mis ganas de cenar. Me levanté como pude. Huí lejos de ahí.
    Una vez fuera de casa, en el jardín. No entendía muy bien la situación. Mi madre estaba muerta. ¿Que carajo estaba pasando?, pensé. Lo peor de todo fue esa puta semilla, parecía real, creí haber sentido algo en mis manos.
    El pasto y los astros eran testigos de mi súbita idiotez. Me sentí profundamente avergonzado de mi reacción ante algo que posiblemente no ocurrió. A lo mejor estaba soñando. Realmente no lo sé.
    Me senté en el pasto, saqué una libreta y una lapicera que llevaba en el pantalón. Escribí:


"La gran cabeza esquelética
de la osa se mueve
de acuerdo al sufrimiento
que siente en su vientre,
rencorosa
elige cuál salmón caerá
en el sueño más profundo,
donde el más desafortunado
ya no será más
un montón de
escamas escurridizas
para transformarse
en un rico vaho."

    Ésto me dejó pensando largo rato. La facilidad en la que con solo una mordida se logra transformar un grasoso pez en un vapor narcótico, que servirá, entre otras cosas, para humedecer los pulmones de la cría que la osa lleva en su vientre. Por supuesto, todos los osos aprovechan esta interesante fuente de grasa que el río provee. Aunque algunos despilfarran gran parte del pescado, simplemente porque, claro, ¡hay tanta deliciosa vida moviéndose por todas partes!
    Ahora, el mal sabor de todo esto me hace pensar en un ratón herido, al que su cola fue arrancada por manos humanas y éstas deciden que hay que desecharlo todo, a excepción de lo que le fue robado al pobre roedor. Porque ahí está la cura. Porque así salvarían a una especie de la que el ratón jamás oyó. Al parecer, el hombre creyó que ese animalito vino al mundo para hacer círculos a lo bobo en una celda que será para siempre su alma blanca.
    Dejando atrás la alucinación estúpida, metí mi cobarde cuerpo adentro de la casa. Necesitaba tranquilizarme, así qué volví hacia la cocina para comprobar si realmente había recibido algo de mi madre, además de un humillante espanto. Y si, ahí estaba. Una extraña semilla de un aún mas extraño color azul. Me quedé paralizado unos minutos. Hasta que sonó el teléfono, lo que me liberó totalmente de la petrificación. Fui hasta la semilla, la levanté y la expulsé de mi vida por la ventana que daba al jardín, como haría cualquier otra persona común, supuse. Atendí el teléfono.
    Sin cenar fui hasta mi habitación. Me acosté en mi cama. 01:47 en el reloj. Me sentía exhausto por el viaje, así que intenté dormir algo. Mis ojos abandonaron la luz del velador, la televisión que escupía las mismas noticias de siempre, y a la Luna, que desde afuera seguramente se meaba de risa de mí.

   ***

17 de abril de 1994


    Albor. Domingo en la ciudad. Siempre es domingo en esta ciudad.
    En el baño, mientras me afeitaba en frente del espejo, se produjo un monólogo interesante, que decía mas o menos así: "Che, pibe, un árbol no es un hijo al que se lo arroja al mundo de igual manera que se lanza una moneda desnuda al aire. Un árbol nunca será ese niño que crece para darle su reconfortante sombra a las pestilentes urbes. Decime, ¿cuántos grandes hombres te dieron un hueco donde poder amarrar tus ríos y verter toda tu asquerosa sed?"
    La pregunta final no tuvo respuesta, al igual que nunca tuvo respuesta algo de todos esos extraños sucesos que viví en el verano del 93.
    Adieu.


***


9 de octubre de 2002
    Querido diario:
    Pocas cosas que contarte, amigo mio. Nuevamente, te pido disculpas por no poder acompañarte en tu viaje a París. No puedo dejar al verano durmiendo solo en casa, ¿sabés? No puedo abandonar todo ese montón de noches donde olimos, oímos y reímos (¡momentos que caben dentro del ojo de un gorrión!). Yo prefiero esperarte acá, del lado de la vereda donde las baldosas aún no me escupen, donde el Sol sostiene todos los brillos que emana Buenos Aires.
    Mi vida no podría ser más feliz, me estoy recuperando de un importante bloqueo de escritor que cargué por poco más de un año. Además de eso, de aquella semilla de la que tanto te hablé, bueno, de ese árbol que salió de ahí. ¡Ese árbol! Con mucha emoción te cuento: el árbol de tinta finalmente dio sombra. ¿Cuántas primaveras estuve anclado a sus pies rogándole a su corazón una mirada que rellene mis papeles en blanco? ¿7? ¿8? No lo sé. Y no me atrevería a despojarlo de su eterno letargo solo para preguntárselo; se ve tan plácido saboreando el culo de la muerte. Cada tanto, cuando puedo, recojo en secreto los frutos que da, que para él son guirnaldas descoloridas que lo avergüenzan.
    Es todo por el día de hoy. Hasta la próxima.





Maximiliano Olivera

28 de junio de 2013

Fiebre

Dos floreros con cálidas caléndulas,
que son dos gatos amarillos.
Un televisor anticuado de abdomen viscoso;
una mirada vacía, oxidada, olvidada;
un ventilador que gruñe, que desanda las vibraciones
y las hace a un costado, para que impulsen
los vapores de un termómetro inestable.
El moho deshilacha aquel color ocre tostado
del que estaban vestidas las paredes.
Es una habitación acogedora
para todo el montón de voces que traigo
dentro de este tumultuoso corazón.
Te observamos tirado en una cama, abuelo,
te observamos morir.
Mi migraña hace piruetas por el aire.
El gatito mas joven aún no entiende tu delicado estado.
Repentino, casi tétrico, diría, tu padre emerge de unas sabanas
acumuladas en un sillón, para abrir las persianas.
¿Vos también podés verlo?
Te aqueja como la luz deja al descubierto todas las partículas
que flotan a tu alrededor.
Sabemos que sos consciente de todo, y que no en vano
viste pulmones agitados en tus sueños.
Deberías saber que en los mios nunca hay oxigeno.
Es realmente bello verte así,
y sé que a vos también te agrada verme desaparecer junto con
tu última nausea.

25/12/12
Maximiliano Olivera

24 de junio de 2013

Kiwi

Por favor, que esta abrupta interrupción no signifique que en vano tenga que volver a pensar en esta enferma cadera de lobo.
¿Que deseas?
Deberías saber que me gusta reposar inconsciente en el agua de lluvia que se acumula en las botellas de vidrio.
Y que además de cargar con este cansancio de mil años, también llevo parásitos dentro de mí que succionan todo deseo de intercambiar ideas.
No te asustes, a veces me gusta algo de compañía.
Yo mismo tejí sobre esta piel un silencio grueso, resistente.
La risa del viento es la aguja mas filosa que alguna vez conocí.
Puedo subsistir debajo de esta piedra, sin necesidad de alcanzar al rayo.
Decime:
¿Por qué tus ojos llenos de hambre rechinan mas que esta Luna sombría que nos abriga y que nos mantiene alejados del suelo?
Acercate con tu mañana sin luz.
Acercate a este improvisado fuego.
Bueno, no es necesario que digas algo.
Podés secar tus pobres ramitas, y ser mi amigo.

04/01/13 16:57
Maximiliano Olivera

Oro en polvo

Detrás mio, donde la mandíbula nace y descansa. Recuerdos infectan mis ojos. Mis ojos que hoy son azulejos sucios. Algo resuena en mi cabeza: "¿donde estaré en realidad?". Noche. En mi boca las tormentas danzan. Vengo de un sueño donde las caras se tropezaban entre sí, y donde éstas se pudrían en un lapso corto. Agrio. Agrio. Agrio. Larvas vociferantes. El culo fue besado por el frío inodoro. Un chorro de pis mojó mis recuerdos. Defecando pensaba en toda la miseria del mundo. Tres mandarinas y una banana. La heladera sin luz. Los ladridos de mi perra intentando romper el cuello de la locura. Tanto silencio goteando del cielo raso. No quisiera recorrerlo y verme empapado de vacíos. Nada lindo florece hoy en los vidrios empañados. Nada que pueda llevarme a los ojos y comer. La cara inexpresiva del limón y su mirada de aire surcando la nada. La inspiración no me encuentra, tiene el alma ocupada en sus propias manos, que se mueven con fruición, tratando de sumergir todas las islas del mundo. Semillas cítricas sobre la cama. Y una moneda de un peso, incrustada entre la uña y la carne. Ahí va mi risa necia, escupiendo un si bemol directo en el ojo del gato.

Maximiliano Olivera

9 de junio de 2013

¡Buu! humano

Qué sueño salado en el que me veía hundido, atrapado. Me soñé cayendo desde un cielo profundamente cerúleo. Fui expulsado del más puro limbo. Ni una sola nube. Ni una sola voz. Previo a caer, estuve disfrutando de un gran banquete en aquél sitio. Una fiesta a solas con Dios. El no dijo una sola palabra ni hizo gestos. Era una especie de piedra. Pero había algo en esa piedra que era diferente a las otras. Ésta tenia algo más. Incluso algo mucho más poderoso que cualquier otra cosa de ese mundo. Sentía Su presencia como quien siente una picadura de mosquito en el cerebro, lo que me producía una terrible apatía. A el ya no le interesaba verme flotar a la deriva como una luz herida. Por eso preparó toda esa despedida especialmente para mí. Fueron unas horas amenas llenas de té con leche y panes, en el más absoluto silencio. Sin vientos. Sin caras. Solo la mirada desesperada de quién busca bajarse de todo y volver a casa.
-Ey -le dije, ya harto de tanta estúpida comida-,estuve vagando por acá toda una vida... toda una vida tratando de descubrir cómo despertar. ¿No estás tan cansado de ser el guardián de toda esta mierda transparente? Nada sucede acá, nada. Y ya comienzo a dudar de todo tu jueguito de hacer correr al ratón.
Aquel Dios no respondió a nada, complemente sereno se limitó a flotar, yo lo veía, era como una enorme mancha de té arremolinándose perpetuamente en el aire. No aparentaba ser algo humano. Aunque luego de toda una eternidad vagando había olvidado como se veía "algo humano". Ambos flotábamos. Desde que aparecí yo ahí nunca había tocado el suelo, en realidad, éste no existía y desde hace algunos siglos deseaba sentir uno. Mi cuerpo ya se había adaptado a ese lugar.  No tenía extremidades, sólo era un torso y una cabeza.
Luego de esa pequeña discusión. La poderosa mancha de té me dio la espalda (o tal vez lo contrario). Horas después fue perdiendo su color rojizo hasta desaparecer. Y cuando supe que Dios me había abandonado comencé a caer.

Y fui cayendo. Fue divertido. Y los años comenzaron a correr mientras mi cuerpo se iba desintegrando por la lenta fricción con el aire. Cada día reía aún más fuerte. Caer es lo que siempre había anhelado. Caer como la lluvia. Caer como cae la muerte sobre nuestras vidas, como un halcón que busca alimentar a sus crías.

Un día finalmente impacté contra una superficie. Una espesa miel donde todo era azul. Más azul que el cielo. Para ese entonces llevaba perdidos varios kilos. Mi carne no era la misma. Yo no era el mismo. Me llevó tiempo reconocer que lo que flotaba a mi alrededor eran botes vacíos. Lo único que había a la vista, luego del siempre intenso Sol.

Maximiliano Olivera

21 de mayo de 2013

Te pido un haiku, un haiku para los chicos (?)

Negros rescoldos
aplastan lenguas muertas.
Fantasmas sin paz.

*
Otra vez muerto.
El pasado pregunta:
"¿fue suficiente?"

*

El ángel silbó.
Disparó su ceguera
directo al Sol.

*

Sueños pesados
como fieros taladros
van colapsando.

*

Mis dientes vuelan
como zanahorias con
alas de mosca.

Maximiliano Olivera

8 de mayo de 2013

No te diluyas aún

A Renata la despertó la lluvia. Y aunque amaba la lluvia (sobre todo su ruido encantador y la manera en que ésta perfumaba los campos) esta vez no la dejó recorrer su cuerpo, rechazando con asco todas las manos de agua que la tocaban, casi pervertidamente. Por primera vez había manos por todas partes: en sus dientes, en su entrepierna, en su alma. Manos que no solo profanaban su cuerpito desprotegido, sino también recorrían las paredes blancas de la casa, saltando de un lado a otro, como niños molestos. Incluso dentro de los cajones se retorcían vigorosamente. En esa habitación las cosas pasaron a tener movimiento, flotaban, vivían. Y cuando las cosas comienzan a vivir, es cuando las cosas pueden romperse.

La altura del agua había superado ya su cama, la mesita de luz, algunos otros pequeños muebles y sillas que había. Ya no le servía de nada perder el tiempo pensando que estaba ocurriendo. Tenía que salir pronto antes de que el agua le apretara el cuello. Resguardó todo lo que pudo, en puntos altos donde pensaba que el agua no llegaría. Había tanta basura flotando por ahí. Cuantos objetos inútiles atestaban esa pequeña habitación.

Renata, la de los ojos sin tiempo, sintiendo las muelas ancladas en su boca (que aún no despertaba del todo), se dirigió hacia la cocina, la de todas sus mañanas, llenas de café y aspirinas. Ahí nada estaba en su lugar. Le costó tanto mover las piernas a través de esa agua marrón oscura, esa agua llena de mugre, de cielo, de Buenos Aires. La situación era la misma en cualquier sitio de su casa, aunque cada vez se incrementaba mas el torrente de agua que caía.

Ya no había más que hacer en el hogar, seria su tumba si permanecía más tiempo ahí. Tomó un abrigo y empezó a moverse pensando en buscar un lugar lo suficientemente alto y, en lo posible, seco.
-Bien, Señor- dijo parsimoniosamente, mientras recorría el largo pasillo que separaba su hogar de la calle-. Esto era lo único que nos faltaba, a nosotros, los caídos, a tus ovejas escuálidas, los hijos del miedo. No te pertenecemos ya, Señor. Nunca más tus manos cobijarán mis penas ni las de esta ciudad. Alejate, Señor. Alejá tu nada, tus celdas blancas, ésta prisión de lluvia, la prisión de la mente: el tiempo. Estás muerto, Señor.
Cruzó un portón tan denso como la noche, y ya estaba en la calle. Sola. Con miedo y frío. Con el agua por las caderas. Las manos ya no eran manos, eran minúsculos pinceles pintándole el cuerpo del color de la peste. Maldita agua. Sentía picazón en todas partes. Era incomodo, no podía pensar con claridad. La tormenta tragó gran parte de los sonidos noctámbulos de la naturaleza, ya no se escuchaban grillos ni arboles moviéndose, ni siquiera a la propia lluvia. La noche empezó a ser de los hombres desesperados. Tantos gritos y tan pocos movimientos. Parecían robots estúpidos temiendo tocar el agua. Mientras la muerte nadaba burlonamente a la vista de todos.

Renata se sintió aliviada al recibir la mano de Juan, su vecino, que la guió hasta su terraza. Recorrió todo el trayecto mirando cuidadosamente donde colocaba sus manos. Antes de entrar al hogar, su alma se echó a carcajadas a ver a Maria Rosa, la mujer del almacén, flotando boca abajo a unos metros de ella. Nadie más la había visto. Puso su cuerpo en reversa, y mientras subía las escaleras miraba como el cuerpo era arrastrado por la corriente.

Maximiliano Olivera

Crecí dentro de una taza

Le apreté la nalga a la persona equivocada, a la pobre vieja de falda roja que tosía apretando su abrigo y lamentando todo el frío. Al sentirme, me dijo: "cuando era joven ni las plantas se confundían de rostro al saludar". Que vergonzoso fue verla sonreír con naturalidad ante semejante error. Me alejé rápidamente de ella, de mi torpeza y la excitación. Fui a una mesa, tomé una copa para luego ir a sentarme.
El aire acondicionado era el alma de la fiesta. Vi tantas narices que goteaban más que el cielo raso de mi habitación, más que los rieles del tren cuando se acerca la navidad. Vi tantas manos de telgopor, tanto latón y níquel en la piel. Algunos invitados se preocupaban por hacer reír a otros, esos otros por huirle a la mediocridad. El resto hablaba de las mismas trivialidades de siempre: fútbol, política, asesinatos, películas, vacaciones. 
-¡Mi copa está llena de pelos de gato!- gritó un gusano que se retorcía en la mucosidad del más joven de los silencios presentes, y su voz agitó las guirnaldas, las cabelleras falsas, las exóticas plantas orientales, incluso al vino que había derramado en la mesa al levantarse de su silla para hacer el ridículo.
Desafortunadamente para mi, ya no quedaban ecos en los que pudiese huir, así que solo me quedé mirando y bebiendo la quietud de las cortinas, esperando a la lluvia como una lengua que espera la voz.

Maximiliano Olivera

Sh sh sh sh sh sh vergüenza

El tipo de gris me obligó a meterme dentro de su madre. Quizás porque soy su hermano, supuse. Apenas hace muecas cuando me habla. Siempre dice que el planeta es una roca enferma, por eso llora las grandes muertes de las estrellas que esconde en su vientre cortado. No se por qué me agrada verlo entresacar los pastos quietos de su lengua. Es realmente maravilloso estar con el, aunque a veces es incomodo ser un arbusto en su nuca. Él debería podar a su hermanito del alma, dejar de fingir que es uno, ¿o acaso me odia por que no soy en sus verdades el gorrión que dormita en eterno silencio? No podrá esconderme para siempre en la habitación donde guarda a sus confidentes muertos.

Maximiliano Olivera

7 de mayo de 2013

Y justo hoy se me ocurre escapar de mi

Hay un fiero espectro taladrando mi cráneo. Yo lo noto algo furioso y apagado como una luciérnaga a punto de morir.
Mirando desde afuera a mi cuerpo recostado, me acerco al fantasma y le digo:
"Dame de tu muerte esa eterna sombra que debió retornar al olvido, para así enterrarla en la tierra negra donde debe estar pudriéndose."
Y él, tan sereno y maldito dijo:
"Voy a encerrar en tus sueños a todos los gorriones que habitan este absurdo mundo, para que sus enfermizos aleteos hagan que los océanos con los que sueñes se eleven y giren en tu cielo, como si fuesen soles violentos y voraces."
Entonces estiré mis brazos muy alto para intentar robarle los ojos a la Luna, y así entorpecer su rumbo y evitar que crezcan las mareas del sueño. Pero no pude y me entregué a lo que sería un tedioso espectáculo.
El espectro al ver que su tarea estaba cumplida, echó una carcajada para luego estallar en miles de arañas pequeñas.
Ahora esas arañas me apretan la boca para que mi grito no destruya tan estúpido sueño.

Maximiliano Olivera

6 de mayo de 2013

Meh #4

¿Desde cuando fundimos metales en el pico de un ave
y saltamos de luz en luz, aplastando ciudades enteras?

Aquello que rueda por entre los dedos del lector
es la sangre de miles de oraciones kamikazes.

Maximiliano Olivera

Meh #3

Sabio árbol, ¿pretendés tragar todo el mar?
te daré mis venas y seré tus raíces si ya no podés más.

Maximiliano Olivera

Meh #2

Paralizado y asqueado, preguntando por mi.
La gente asiente y sigue el sinfín,
sus vidas no serán mas agrestes sin el devenir.

¿Acaso si abandono el color del desengaño podre existir?

El verano se apura como una canción
que intenta escapar de los relojes.
Cantá para engrasar los engranajes del amanecer.
Cantá aunque no entiendas el lenguaje de la roca.

Las algas tiñen los arboles de rojo
y es verdad, nadie pinta pájaros porque sí.

Maximiliano Olivera

Bebés que ya no son más sombras frescas

Quiero a mis noches sin campanas sudorosas sollozando, para que resuenen en todos los pájaros la música que hace el viento cuando duerme. No quiero que digan que mi pecho estalló porque no supo de donde venía la bala. Esta noche es como una pequeña sonrisa que mis labios no pueden sostener. Ey, verano, ¿en donde guardaré estas grietas mezquinas que le dibujaste a mi tierra? Es en tus sonidos donde quiero descansar. Pero todo el tiempo nacen y mueren ráfagas de pensamientos, ráfagas que retroceden, que se dilatan tristemente, mientras el presente hace piruetas en los arboles de mi infancia. Me pregunto por qué solo llueven los ojos de todos esos sauces y no los del lago.

Maximiliano Olivera

Siguiendoelpatrondelmeteoro

me habías dicho que comience con in absentia

no vuelvo a abrir más ese cajón, nunca más

a este punto estamos en algo muy lindo

por si usted llegó a deducirlo

muchos motivos no se encuentran desde el principio

trate de que no sean de mucho peso

sino, va a ser difícil contener todo

más si no estamos acostumbrados

suena tentador

el problema es que no sepamos ni la dirección

ni que debemos llevar para no morir

son cosas que se dan de a poco

considere que es para apaciguar aguas

espero que igual tengas la suerte del novato

me divierte, tan pocas palabras usamos ahora

no te teletransportes hacia el lavado de dientes o una cena dental

vamos a tener que esperar

de mientras ¿usted sabe cebar mate?

Maximiliano Olivera

Meh

Miraba las manos sin forma que en ese momento colgaban de mí. Sabía que los pájaros vendrían para llevarse mis dientes. Por eso temblaban mis vertebras como si fuesen las frutas inquietas de un árbol. Y entre todo este montón de raíces, tengo un dedo chueco que me pregunta: ¿temprano irás a cubrir tu cama con penosas plegarias?

Maximiliano Olivera

12 de marzo de 2013

Sarcófagos en combustión (Cadáveres 6#-10#)

Lo importante no es que comprendas, sino que vueles. (Numerado del 1 al 5 para más comodidad)

1- Todos tenemos hogar (Cadáver 6#)
1) Yo no quería volver a casa.

2- Ser la ceniza que alguna vez fue el negro Sol (Cadáver 7#)
2) Siempre es domingo en esta ciudad.

1) No quiero estar nunca más atado a mi pasado, yo quiero ser el ahora y el después, pero no el antes.

2) Algún día llegará, lo sé, ese día no tendrá nombre y arrebatará al domingo su tristeza asquerosa y a los sábados su libertad.

1) Los recuerdos son cajas polvorientas llenas de viejas arañas perfumadas de humedad.

1) Ya nada queda en las memorias, estoy acá para decirte que como no hay nada detrás de mí, puede haber lo que quieras, incluso nada.

1) Con un bisturí abrí el silencio, ¿sabés de que están hechas sus entrañas? me preguntaba lo mismo, entonces lo abrí para curiosear, y en él vi mi vida entera. Mi vida eran sus órganos. ¿Entendés? Mi vida. Todo lo que había sido estaba moviéndose ahí dentro.

3- Yo manejo a la desgracia blindada (Cadáver 8#)
3) Baje las escaleras, aún había sabor a sangre en mi boca.

2) Mientras tanto seguiré buscando en las calles un rostro que se parezca al de Pierrot, el payaso.
3) Y aún en mi sangre mi indecencia se seguía coagulando, que escalera interminable...

4- La puerta de Tannhäuser (Cadáver 9#)
4) Te di el número de teléfono de mis angustias, perdoná si siempre está ocupada la línea. También te di la dirección de mi antigua casa (ahí es donde guardo mis pies y mi fe), por si alguna vez querés salir a pasear.

5- Presas de la onda de vapor (Cadáver 10#)

5) Cuánta nada llevamos en la lengua hoy. Cuánto abrigo mezquino vemos en otros cuerpos, tanto arropamiento que se burla de nuestra piel.

1) Se vuelve masa viscosa, soy el que va a dejar ese rastro interminable, va a quedar por un millar de caminos, al silencio ancestral lo haremos cemento.

1) Fantasma, que en el azur escondés tu existencia, guardaremos tu maldita lengua tubular en el mismo lugar donde la Estrella del Sur esconde su mierda.

4) ¿Nos cruzaremos algún día fuera de los nervios, la fiebre y la irritación? Retrospectiva, seremos lo que siempre fuimos al salir por ahí y mirar a la gente aplastada, con todas experiencias que nos quedan por contar (gran medicina contra la rutina, y vos, y yo, y las salidas de antes y después).

2) Los días, leyendas que cuentan estas vidas instantáneas, por fin se posan sobre mí, esperando por tantas cosas y me gritan:

5) Idiota, el ciudadano promedio sigue tartamudeando entre todas sus acciones, como si tratase de buscar una palabra para lo que siente o lo que quiere vivir, no sabrá ni sabremos como sentir cosas benévolas.

4) Tengo tantas ganas de verte, pero también tengo ganas de sentir por un rato tu ausencia, para saber que tanto puedo temblar estando separado de tu cuerpo.
Aunque en momentos escurridizos y mágicos como este, me gustaría ser solo ruido, como el que produce el agua de una fuente casi imperceptible por la calina. O sea, quiero sentir nuestras existencias pero también quiero dudar de mí, de vos, del mundo. ¿Somos solo un par de manos llenas de piedras y pastos agitándose?

1) Vaguedad, el futuro ya me ha puesto a correr. Sin sentido, me repito a cada rato lo que voy a hacer con todo lo demás. Irremediable, los dos lados me van a liquidar. ¿Quién sabe si esos hermanos sin ningún cuerpo son iguales y están apoyados?

2) Sé el candil y sé la mano.

3) Cuando menos lo esperás te encontrás con un gato albino que te susurra tu nombre en su lenguaje gatuno y te recuerda lo triste que son los rieles cuando nadie los cruza.

5) Yo veo sus almitas hambrientas como arañas diminutas que atrapan a su presa, pero no para comerla, sino para inocularle su habilidad de construir telaraña, pero a una escala frenéticamente mayor. Nosotros, como moscas locas y apuradas, dispersamos la red sin saber que a medida que volamos vamos transformando en catacumbas los lugares en los que hemos estado.

1) En mis sueños los que se disipan con el alba somos nosotros, el pueblo. La tiniebla apenas puede sostener esos dientes negros, solo la mano firme del Papa podría sostener tan pestilente dentadura.

4) Te quería preguntar: ¿vos ya te cansaste como yo? Hay que repensar, repensar y repensar. Oh, y pensar que solo necesitamos un paso, una brecha, una periferia para encontrarnos entre los misterios y que eso mismo nos valga todo lo que somos.

3) Descender hasta los pisos oscuros, cada vez con un olor más podrido, pero no repulsivo, todo lo contrario. Y cada tantos más gatos, viles alimañas que recuerdan cada falla entre mi nombre repetido sin paz y relacionado hasta en la madera; pronto parece que me hará caer en el vacío. Bien abajo, en las celdas de arena más sucia que pueden tener los gatos para los que se sienten miserables.

4) El desentendimiento que transitamos servirá para aprender a fabricar mejores hilos que puedan sostener el yo.

2) Los días se vuelven más fantoches, Sábado, el galvanista, dicta cuando soltar las cuerdas para imitar a lo festivo, pero siempre con una mano arriba, para que con toda su fuerza haga de nosotros sus ovejas tristes.

1) "Firmeza". "Firme". Sacándole jugo a lo que somos en los sueños (¿Firmes? ¡Firmes!) Ya estoy tan lejos que ya no hay una casa para mí. Ya hay sueños, mira a mis sueños, arquitecturas oníricas, siendo el nuevo simulacro de vivir.

2) Sumergiré el ojo de mi esencia en las aguas amargas de la rutina. Aprenderé los caminos para luego saber por dónde debo huir.

5) Pronto seremos seres que irán y vendrán, otros por ahí, otros por allá, como dodos idiotas, dodos destructivos, tal vez tengamos suerte y lleguemos a una extinción. Una peor que morir: andar sin alma entre tantas aves sin cabeza.

5) Usaremos trajes de smog y blandiremos bellos párpados cansados, para enfrentar los dientes apurados del Sol. Y las agonizantes manchas de café en el alma, se borrarán cuando tu sonrisa golpeé fuerte en mi cabeza. Cristales de la infancia, cristales que tenés que reducir a polvo.

2) Sábado es Domingo, Miércoles es Domingo, Viernes es Domingo, pero el día nuevo no sale y no creo que ande vivo cuando venga por aquí. El día sin nombre no viene y la esperanza de los días seguirá atormentando.

3) Yo camino porque soy un cobarde, y no me sirve cubrir mi humanidad bajo una sábana absurda y fingir que duermo, fingir que soy uno de ellos. No me bastan ocho horas de muerte. Lo que veo dentro de los sueños es apenas el polvo que recubre la superficie de mis recuerdos. Es la misma película que se reproduce una y otra vez, una película de noventa mil horas, una película que una vez estando muerto entenderé.

4) Reafirmarse en una pasada para salir de este abismo, que ya no sirve la lluvia para regar nuestras vidas si no giramos a mirar las perspectivas, miralas a todas, miralas como siempre habíamos mirado en otro tiempo, en ellas te voy a mirar todas las veces a vos, y vos me vas a mirar todas las veces a mí, todas las veces nos miraremos de diferentes formas. Hasta desconocer incluso si nuestros ojos han mirado, y es que por fin volveremos a ser ciegos en la angustia.

Mauro Varela y Maximiliano Olivera
11/03/2013

6 de marzo de 2013

En la oscuridad de un cajón bajo llave

la mañana sostiene imágenes absurdas
robadas del interior de mis sueños
en los que siempre persigo palabras para regalarte
aunque luego de atraparlas no alcanzo a comprender
que es lo que realmente quiero decir
¿por que no puedo robarle al aire
un sueño en el que todo sea leve?
no tengo calma y me aterra no saber
donde fueron las formas del día
tu recuerdo de un soplido las hizo evaporar
ahora el mundo entero sos vos
y yo soy solo un vago pensamiento

Maximiliano Olivera

Cortito

En el sueño yo era un poeta muerto
y vos el torso desnudo que nunca se detuvo.
Y me preguntaba: ¿es así como quiero
que la muerte consuma mi putrefacta armonía?

Después hubo instantes de intensos viajes
hasta los orgasmos mas mortíferos.
Y aún conservaba dentro de mi ensamble
las ventosas rimas de la libido.

Maximiliano Olivera

4 de marzo de 2013

Crema

Estallan madres en el aire.
Madres de la mentira y del odio.
Madres que ahora son espuma y vísceras rotas.
Ya no ululan sus ovarios de barro en huelga.
Ahora sus vientres se expanden casi en silencio.
Trocitos de ropa cayendo y ardiendo,
y muriendo finalmente en el asfalto,
como hojas que saltan del árbol
con la esperanza de darle un beso a la Luna.

Estallan madres en el aire.
Dice un payaso por un altavoz.
Y las carcajadas del público lo queman,
como si éstas fueran orugas endemoniadas
pululando en su lechosa piel.
La gente disfruta del espectáculo,
Ni siquiera notan que la febril sombra del día los cubre
y les absorbe los jugos dulces de sus ojos.
Nada parece importar ya.
Todos vibran felices envueltos en ascuas.

Estallaron madres en el aire.
Fueron por un momento espectros celestes
que se flexionaron y se descompusieron en colores turbios.

Estallaron madres en el aire.
En el cielo sus piedras imitaron a pájaros muertos.
Lo que queda ahora acá, en tierra, es llanto,
llanto y una ceguera que estruja mi sed.

Maximiliano Olivera

Piedra

Piedra de la inercia.
Subiendo y bajando,
bajando
y haciendo lo correcto.

Mimetizándose
bajo la lluvia.
¡Sos la macabra esencia
de la mentira!

Tus ojos marinos se estiran
como la lengua del camaleón.

Pensar en tierra seca bajo la lengua.
Pensar en acordes agrios,
en campanazos efímeros que dan pavor.

La humanidad enrollada dulcemente
a la rama tostada de un manzano seco.

Subámonos.
Bebámonos.
Reinventémonos.

Ahora es el momento para llenar el vaso,
lo siguiente es no dejar de caer,
no dejar de caer.

Maximiliano Olivera

#3

Malditamente solo en mi alma.
Mordiendo la misteriosa mecánica del vuelo de las horas.
Quisiera también morder las largas uñas de este dolor,
pero mis dientes dormitan entre las vísceras del estío.

Agradeciendo a los dioses que aún el sudor no viene en latas de conserva.

Me pregunto de que lado de estos ojos quiero estar.
No se si prefiero ser la carne que siente o la aguada sombra en la pared.

Las agujas cantan una canción que dice: "Quisiera cambiar, yo quiero cambiar. Mi miedo es cambiar de verdad."
No entiendo por qué me agobia entregarme a estas tontas palabras que tratan de hacer del silencio un pedestal.
Yo aún me sostengo de mis huesos escurridizos, a los que estoy momentaneamente atado.
Atrapo las voces más hijas de puta de mi mente, y las abrazo.
Son suaves, son suaves cuando quieren herir.

Tratando de comprender por qué estallan las tazas y por qué se agría el té cuando entra en mi torrente sanguíneo.

Las cosas que digo son apenas huellas imprecisas de lo que realmente quiero decir,
pero en estas mismas vaguedades encuentro palabras que convierten a la lejanía en algo menos tortuoso.

No puedo pretender que las tibiezas grises de este mundo se abalancen hacia mi sin un traspié de por medio, pero ¿es necesaria una implosión cada vez que nazco?

Maximiliano Olivera

19 de febrero de 2013

Necrosa Trinidad (Cadáveres 3#-5#)

A) Limboniñonírico(Cadáver 3#)
Y al estar sentado allí, bajo el hierro caliente del silencio, notó la ausencia del sol.

B) Burrete de pus goteando (Cadáver 4#)
Entonces el gordo del prado chocó a un burro y este voló por los aires.

A) Ante mi desolación apareció un niño prodigio, creador de aderezos infantiles.

C) Bukkake en gravedad cero (Cadáver 5#)
Orquídeas ululando a las 6:45.

B) Parecía un pájaro endemoniado de unos 120 kilos. Pensó que tal vez debería dejarlo tirado allí, pues el baúl de su Ford estaba atiborrado de fetos de búfalo.

A) Me invitó a reír con sus delicadas artesanías.

C) La flores y la mañana encienden una nueva densidad (la felicidad).

B) Pensar en la carne del burro mutilado. Pensar en el brillo que nos deja en el pelo y en la piel; su sabor, olor y la masticación. Suficiente para que el gordo aproveche.

C) Las azules manos del cielo tejen luces nuevas para vestir a éste bello día.

A) Sus baratijas excéntricas poseían grandes usos y nombres inolvidables, me dijo que venían de Yugoslavia: Sahumerios con olor a velas, duendes deformes de arcilla, piedras preciosas como la Jamtakdorita, el Rubostaquio y la Tim Tim Womb Omega.

B) Y con todo el cuero cubrirá los pastizales estériles de su pubis.

C) Que no teman los seres que comen lo que da el Día, pronto les dará sus dosis.

A) Yo solo disponía dinero para el viaje de regreso a casa, y tal vez algo para tirarle a las malditas palomas.

C) Abran sus poros como bocas de hipopótamos hambrientos, para dejar entrar todo el polen, la sangre del aire.

B) Había sangre para embadurnarse y correr por todo el pueblo, iba a ser la jugarreta del siglo.

A) El joven maestro tenía las mejores intenciones, si no podía venderme algo entonces jugaríamos a algo. Me daría algo fabuloso si yo ganaba.

C) Entraremos en las fauces de la mañana, todavía algunos están a tiempo de sacudirse (si quieren, o es que todavía existen los que no duermen) la quejumbrosa fatiga.

B) Y las ninfas más dulces y pulcras de este infierno serian mías. Ninfas sin herpes. Ninfas autenticas. Todas mías.

A) No podía decir que no, tal vez eso dañaría su noble y perlado corazón. Un corazón de 11 primaveras. Un corazón virginal.

B) Gloriosos onanismos reflectados en los senos de las más puras. Primero el burro, luego rajar al pueblo lleno de sangre y finalmente las ninfas. Eso o aceptar la perdición: burros lechosos y las ninfas corriendo llenas de sangre por el pueblo.

C) Así como el cactus lava sus manos desde adentro, de la misma forma nuestra sangre nos purificará.

A) El nene genio decidió jugar al juego más fácil y difícil del mundo: las escondidas. ¿Podría ser hallado o hallar un escondite? ¿Tanto? ¿Y entre campos verdes y desiertos?

C) El satélite lunar no llegará dentro de muchas horas, haced lo que se les plazca hasta recibir en la nocturnidad su retorcido resplandor.

A) Le di la espalda y cerré los ojos por 50 segundos, luego giré para volver, petrificado contemplé un yermo infinito que se extendía por todo lo que conocía como mi hogar. Era como si de la nada el blanco caos se hubiera tragado todo.

A) Escuché como un señor tosía mientras revoloteaba por el vacío. Me dijo que las escondidas del niño empezaron, este viejo me dijo que ahora emprendería su nueva empresa de ensueño. Muy adusto y de traje, decía que iba a ganar bien y conseguirse un auto importado. Me había dado cuenta que no encontraría nunca más a ese niño encantador, se jugó todo para hacer un juego sublime. Con razón esto quedó tan blanco. Si hasta escondió su imaginación que dejó tan solo a la adultez en el camino.

Mauro Varela y Maximiliano Olivera
19/02/13

Cadáveres en claustros (Cadáver 2#)

Del presagio del pavo de flemas nacerá el nuevo basilisco
Las negras habladurías ya no arañaran tu raíz
Oiremos los balbuceos de la quimera idiota
Y cantaremos de rodillas, porque así somos felices
Los devotos estarán errados, el mamut de polvo despertará de nuevo
No quisiera estar ahí cuando sus ronquidos anuncien el fin
¿Acaso nadie apagará las flamas de esas infatigables bestias?
Luna que en tu interior duerme el pus del Cosmos, acercate a nosotros y dinos:
"Aquellos que digan la verdad merecen morir, aquellos que digan la verdad vivirán para siempre"
Nuestras brillosas e inseguras almas se agrietan por tu negación
Las viejas que la habitan aplastan lo que sentimos en esos morteros lunares
Ey, los dioses no tienen adolescencia
De hecho, se regocijan mandando bichos de nauseabundos cosmos hasta el planeta, como niños
Y uno se encariña con sus crías, sin saber que mañana de viejo a uno lo enterrarán
Basilisco, infecto pelotudo, tú viandante por los intestinos planta tus huevos en los féretros
Tus repugnantes harpías no eclosionaran en nuestras tierras heladas
Serán soldados panzas blancas y se lavarán las manos
Beberán de tu nube y te robaran el sarro de tus miserias
Nunca se adaptarán a lo sereno, después de la retención de sus masas se aproximarán impertinentes
Acabando con la maleza de hierro y las mieles noctambulas de la muerte
Siento otra vez a los campos de iridio, serán revisitados por los enemigos del pavo irreal
Como un diluvio giraran sobre los patios traseros, nos despojaran de la razón
Batallas invisibles en parsimonia para las criaturas, nos arroban en una triste matriz
Hijos, detengan el miedo, no queremos más morir sobre el queso

Mauro Varela y Maximiliano Olivera
18/02/13

Cadáver de corteza verde y blanca (Cadáver 1#)

Una sandía es el corazón de una vaca
¡Oh, perra vida la de las sandías!
Solo viven para defecar en nuestras ciudades
Es el porvenir de sus jugosidades dulces
Que las aleja de la simplicidad de un cítrico
Y estos las desprecian porque las comen los negros
Solo ellos conocen el secreto de sus semillas de bronce
Ahí está la prueba de que la unión entre sandías y negros los ha fortalecido
¿Viste la sonrisa trepadora de sus flores amarillas?
Esas frutas verdes no dejan de creer en el fin del mundo
Los caballos a veces la consumen a escondidas
En algunos campos se succionan y se crían con alevosía
Mi padre dice que una sandia es un escorpión verde sin coraza
Los machacadores las revientan sin probarlas, ellos son el desperdicio
Ya no quiero ver carne abrazando a los arboles
La carne asada los domingos traga toda alternativa del verdor
En el norte permite que arrasen con todo
Reincentiven el cuerpo con ese cerebro de centro rojizo
Las horas ya no se congelaran al tocar la retina
No tienen pena, en las noches siempre van a crecer

Mauro Varela y Maximiliano Olivera
17/02/13

Kelverian (Cadáver 0#)


Entonces el Señor Kelverian era el gordo manos de cohete.
Y su grasa abdominal tenia su propia orquesta, llena de ruidos torpes.
Rebosante papada aceitosa, cuerpo contra climas y tiempos, se deshace del aburrimiento en sus trucos balísticos.
Lleva una dentadura nerviosa, una mirada arrugada, una respiración de búho enfermo, y aunque su pulmón no sea un bolsillo, allí es donde guarda el humo hediondo de las calles.
¡Oh! ¡Tambaleante andar! Cuando tengas la certeza de que lo has visto, se habrá mimetizado con las podredumbres urbanas. Incorruptible armatoste, señalará con sus dedos las desgracias y delitos, se espera que Kelverian dispare, pero jamás lo hace.

Mauro Varela y Maximiliano Olivera
17/02/13

11 de enero de 2013

Buen día, araña

Los cuernos de un conejo

Nos sentamos a la sombra de un desagüe.
Obstruimos con espejos todas las bocas de tormenta
que llevamos en nuestros cuerpos.
Lloviznan risas pasajeras que golpean
el reflejo de tus nudillos maltratados.
Nada parece hacerte bien.
Vos simplemente te ocultas,
abrazándote a la gelatinosa tierra de tus manos.
La osamenta de lo que fue alguna vez un gazapo feliz
nos observa llorar.


Corazones de palmito

¿Por que vestís mi pasado con sucias pieles de lo insano?
Torcés los dientes del Sol y te sentás a esperar un nuevo día.
Estoy tratando de ser aquel brillo que estalla en tu boca.
Estoy tratando de decir que entre tus ruinas soy un ave moribunda.


Grano de madera

Pronto colapsará aquello que llamás "vida"
y caerá del cielo aquel cajón que contiene tu voz.
Entonces bajarás desde tu tibia entraña
para recoger todos los días que viviste,
con los ojos vendados, con los pies heridos,
con el hígado hinchado de tanto lamer el alba.


Origami

Todos estos rescoldos crujiendo en tu cuerpo
son dibujos de lo que podría haber sido
el interior del estómago de un perrito hambriento,
si tan solo hubieras muerto en silencio.

Ahora todos los caballos son ruedas
y sus ascuas intensas te empujan hacia el olvido.

¿Viste cómo las arandelas del tiempo ya no parecen
encajar en tu humeante cuerpo de roble?
Así es como cantan las mezquinas ráfagas del caos.

Las perlas que se desprenden de tus huesos
le sonríen falsamente al perfume de la sangre.
Ya no hay colores ni sonidos.
El vacío te consume, te corrompe, te obliga a ser gas.

Tu pequeño espíritu cae sobre los campos
como la nieve más voraz que jamás hayas conocido.

Maximiliano Olivera