28 de junio de 2013

Fiebre

Dos floreros con cálidas caléndulas,
que son dos gatos amarillos.
Un televisor anticuado de abdomen viscoso;
una mirada vacía, oxidada, olvidada;
un ventilador que gruñe, que desanda las vibraciones
y las hace a un costado, para que impulsen
los vapores de un termómetro inestable.
El moho deshilacha aquel color ocre tostado
del que estaban vestidas las paredes.
Es una habitación acogedora
para todo el montón de voces que traigo
dentro de este tumultuoso corazón.
Te observamos tirado en una cama, abuelo,
te observamos morir.
Mi migraña hace piruetas por el aire.
El gatito mas joven aún no entiende tu delicado estado.
Repentino, casi tétrico, diría, tu padre emerge de unas sabanas
acumuladas en un sillón, para abrir las persianas.
¿Vos también podés verlo?
Te aqueja como la luz deja al descubierto todas las partículas
que flotan a tu alrededor.
Sabemos que sos consciente de todo, y que no en vano
viste pulmones agitados en tus sueños.
Deberías saber que en los mios nunca hay oxigeno.
Es realmente bello verte así,
y sé que a vos también te agrada verme desaparecer junto con
tu última nausea.

25/12/12
Maximiliano Olivera

24 de junio de 2013

Kiwi

Por favor, que esta abrupta interrupción no signifique que en vano tenga que volver a pensar en esta enferma cadera de lobo.
¿Que deseas?
Deberías saber que me gusta reposar inconsciente en el agua de lluvia que se acumula en las botellas de vidrio.
Y que además de cargar con este cansancio de mil años, también llevo parásitos dentro de mí que succionan todo deseo de intercambiar ideas.
No te asustes, a veces me gusta algo de compañía.
Yo mismo tejí sobre esta piel un silencio grueso, resistente.
La risa del viento es la aguja mas filosa que alguna vez conocí.
Puedo subsistir debajo de esta piedra, sin necesidad de alcanzar al rayo.
Decime:
¿Por qué tus ojos llenos de hambre rechinan mas que esta Luna sombría que nos abriga y que nos mantiene alejados del suelo?
Acercate con tu mañana sin luz.
Acercate a este improvisado fuego.
Bueno, no es necesario que digas algo.
Podés secar tus pobres ramitas, y ser mi amigo.

04/01/13 16:57
Maximiliano Olivera

Oro en polvo

Detrás mio, donde la mandíbula nace y descansa. Recuerdos infectan mis ojos. Mis ojos que hoy son azulejos sucios. Algo resuena en mi cabeza: "¿donde estaré en realidad?". Noche. En mi boca las tormentas danzan. Vengo de un sueño donde las caras se tropezaban entre sí, y donde éstas se pudrían en un lapso corto. Agrio. Agrio. Agrio. Larvas vociferantes. El culo fue besado por el frío inodoro. Un chorro de pis mojó mis recuerdos. Defecando pensaba en toda la miseria del mundo. Tres mandarinas y una banana. La heladera sin luz. Los ladridos de mi perra intentando romper el cuello de la locura. Tanto silencio goteando del cielo raso. No quisiera recorrerlo y verme empapado de vacíos. Nada lindo florece hoy en los vidrios empañados. Nada que pueda llevarme a los ojos y comer. La cara inexpresiva del limón y su mirada de aire surcando la nada. La inspiración no me encuentra, tiene el alma ocupada en sus propias manos, que se mueven con fruición, tratando de sumergir todas las islas del mundo. Semillas cítricas sobre la cama. Y una moneda de un peso, incrustada entre la uña y la carne. Ahí va mi risa necia, escupiendo un si bemol directo en el ojo del gato.

Maximiliano Olivera

9 de junio de 2013

¡Buu! humano

Qué sueño salado en el que me veía hundido, atrapado. Me soñé cayendo desde un cielo profundamente cerúleo. Fui expulsado del más puro limbo. Ni una sola nube. Ni una sola voz. Previo a caer, estuve disfrutando de un gran banquete en aquél sitio. Una fiesta a solas con Dios. El no dijo una sola palabra ni hizo gestos. Era una especie de piedra. Pero había algo en esa piedra que era diferente a las otras. Ésta tenia algo más. Incluso algo mucho más poderoso que cualquier otra cosa de ese mundo. Sentía Su presencia como quien siente una picadura de mosquito en el cerebro, lo que me producía una terrible apatía. A el ya no le interesaba verme flotar a la deriva como una luz herida. Por eso preparó toda esa despedida especialmente para mí. Fueron unas horas amenas llenas de té con leche y panes, en el más absoluto silencio. Sin vientos. Sin caras. Solo la mirada desesperada de quién busca bajarse de todo y volver a casa.
-Ey -le dije, ya harto de tanta estúpida comida-,estuve vagando por acá toda una vida... toda una vida tratando de descubrir cómo despertar. ¿No estás tan cansado de ser el guardián de toda esta mierda transparente? Nada sucede acá, nada. Y ya comienzo a dudar de todo tu jueguito de hacer correr al ratón.
Aquel Dios no respondió a nada, complemente sereno se limitó a flotar, yo lo veía, era como una enorme mancha de té arremolinándose perpetuamente en el aire. No aparentaba ser algo humano. Aunque luego de toda una eternidad vagando había olvidado como se veía "algo humano". Ambos flotábamos. Desde que aparecí yo ahí nunca había tocado el suelo, en realidad, éste no existía y desde hace algunos siglos deseaba sentir uno. Mi cuerpo ya se había adaptado a ese lugar.  No tenía extremidades, sólo era un torso y una cabeza.
Luego de esa pequeña discusión. La poderosa mancha de té me dio la espalda (o tal vez lo contrario). Horas después fue perdiendo su color rojizo hasta desaparecer. Y cuando supe que Dios me había abandonado comencé a caer.

Y fui cayendo. Fue divertido. Y los años comenzaron a correr mientras mi cuerpo se iba desintegrando por la lenta fricción con el aire. Cada día reía aún más fuerte. Caer es lo que siempre había anhelado. Caer como la lluvia. Caer como cae la muerte sobre nuestras vidas, como un halcón que busca alimentar a sus crías.

Un día finalmente impacté contra una superficie. Una espesa miel donde todo era azul. Más azul que el cielo. Para ese entonces llevaba perdidos varios kilos. Mi carne no era la misma. Yo no era el mismo. Me llevó tiempo reconocer que lo que flotaba a mi alrededor eran botes vacíos. Lo único que había a la vista, luego del siempre intenso Sol.

Maximiliano Olivera