23 de julio de 2016

(2)

a dónde
a la muerte
a lo lejos
a morir
a repeler
a vivir
abierto

abran
ábranlo

acá
acaba
aceptando

acurrucado
adorno que
agitará
ahora
al
alejarse

amanece

amar
amarrar
amor
andando

animales

apartar
aquello
arruina
ascender

así es
así sé
atrás

atravesando
ausencia
automática

bajando
bosque
bravo de
brillantes
brotes

buscando
cae

caer

campana
canto
caramelo
ciego

ciego
ciego
cielo

cierto
círculos
color
colores
columnas

cómo ayer
cómo él
cómo la
cómo mucho
cómo sé
con las
con lo
con lo qué
con sus
creaciones
crujientes

cuándo
cuando vuelva él

cumbres
de
de allí
de cada
de Dios
de la lluvia
de la oscuridad
de las casas
de lo
de los qué
de muerte
de sol

decir
del cielo
del mundo
delimita
demasiado

demasiado

derruido
desintegrado
despertar

despierto en
destello

destruir
detiene
días

dibujos
difuntos
diluidos en
docena de
domingos

echa
eco de
él
el baile
el camino
el cielo
el latido
el mundo
el oído
el pensamiento
el rostro
el sonido
el tejido
el tiempo

ellos
en él
en espiral
en flor
en la laguna
en las
en los
en mí
en mi nuca
en norte
en sur
en sus
energías

escribo
esperando
eternidades

existencia
extraviada
eyacula
fácil

faro de
figuras
finales

fisuras
flores

formas de
fronteras

fuego 
guardado
habla
hacia adentro

he pasado
horas sin
horizonte

húmeda
imagen
interior
iridiscente 

irnos
juntos

la caída
la cruz
la danza
la lucha
la miseria
la noche
la palabra
la sed
la víscera
la visión

lágrimas
largas de
las manos
las ondas
las ramas
las sombras

llegar
llevar
llorar

llueve

lo caminado
lo escrito
lo insípido que es
lo muy
lo pasado
lo que sé
lo soltado
los hilos
los puntos

luego
madera
mancha-
manos

mantener el
mañana
me deja
me despierta
me hunde
mi corazón-
mirada

mis ideas
mueren

muros
muy
niños

no

no
no es
no hay
no lo sé
no tener qué

noche
nosotros
nota
nube

nuestra
ñata
observa

ocurre 
otra
palabra

para él
para mí
para pedir

pendientes
pensamientos
pequeños

persistir en la
piel

por siempre

preñar
primera
prisión

protestar:
punto de quiebre

quedarse
querer

rayo
replicando al
río

ritmo
roto

ruido-
sabor

se abre
se cruza
se cuela
se rompe
se sostiene
se va

segundos-
selva

ser-
signo

sigo
siluetas
sin
sol

sólo
sombras
somos

soy
su
tarde

te espero
todavía

todo ésto
todo quedó

todo
trazo
umbilical

unísono

viejos
venenos en el
vértice del
vientre

vine a
visitar su
voz
y dice:
ya no
ya no está
zorzal.


Maximiliano Olivera

7 de julio de 2016

(1)

en el centro
en los ciclos
ahí soy
el limo

entre sílabas
y lágrimas

decía.


Maximiliano Olivera

6 de julio de 2016

Calles

Las idas y vueltas del día desordenan todo en mi cabeza, que hasta veo deambular por detrás de mis ojos muchos recuerdos confusos, más inciertos que yo.

Mi memoria es una morgue atiborrada y es un hospital de soldaditos de plástico y es una escuela incendiándose. Es una serpiente maldita que siempre está mudando de piel y yéndose de la ciudad en la que yo me encuentre. Siempre negándome el oído, la mirada y su delicioso veneno.

La memoria es también un reloj al que recurro cuando nadie está hablándome.

Hoy me encuentro en un cuarto atrapado en una calle de baches milenarios y árboles sedientos, en una ciudad eternamente dormida, de gente tibia. Recién llegado de una caminata trivial. Preguntándome por qué soy presa de esas calles por las que no anduve siquiera una vez solo. Y es extraño. Andarlas solo es de verdad extraño. No puedo salir de éstas sin sentir cuánto me han cambiado la vida aquellas manos invisibles que me arrebataron a esos seres queridos que solían acompañarme.

No es por nostalgia ni torpeza ni casualidad que vuelvo a recorrer esos caminos. Algo en el aire me llama y el cuerpo sin preguntarme me lleva. Y no puedo evitar que en mi mente se repitan las caras inexpresivas de esa gentecita que un tiempo atrás transitó esta urbe, enferma de un odio patotero y barato –el odio autentico reside en sus dioses–, incluso a veces pareciera que viven en un eterno estado de alerta, miedo y asco. Se puede apreciar a simple vista en sus pasos, en su manera despreocupada de mirar y murmurar, aunque cuando se encuentran solos, por lo general, no se escucha otra cosa más que el sonido de los autos, trenes y bondis, como si aquella chatarra vehicular tuviese el alma que les falta a estos hombres y mujeres.

No hay mejor cura para una realidad engorrosa que catapultándola de uno a través de la escritura. ¿Será esa la razón primordial por la que escribo o por la que se escribe? Tan solo espero no estar exhalándole helio a una de mis grandes pasiones.

La oscuridad sucumbe, dejándome solo con la mañana, que me espía con su garúa finita desde mi ventana entreabierta. La garúa es sólo una, pienso, cada gotita es para ella lo que para nosotros es una célula de nuestros cuerpos. ¡Carajo! Animal aterrador.

Maximiliano Olivera