Miraba las manos sin forma que en ese momento colgaban de mí. Sabía que los pájaros vendrían para llevarse mis dientes. Por eso temblaban mis vertebras como si fuesen las frutas inquietas de un árbol. Y entre todo este montón de raíces, tengo un dedo chueco que me pregunta: ¿temprano irás a cubrir tu cama con penosas plegarias?
Maximiliano Olivera
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