Vamos a caminar. A
llenarnos de rocío como aquel reluciente y solitario caballo de mármol de la
plaza en la que estuvimos una vez, ¿te acordás? Aquel que parecía que le había
robado la mirada triste a tu vieja, tan silente. ¿No? Entonces lo soñé. Sí, lo soñé.
Y yo estaba regordete de celeridad. Y vos tan metida en tu jungla interior, la
de tus pelos locos, enredados en tu mirada perdida.
Salgamos, que ya no me
banco el encierro y preciso nutrirme de caras toscas y marchitas. Bajemos a
Almagro. Bajemos ya. Acá arriba, en el 4to B, no sé bien en qué país estoy.
Toda esa música inglesa de los 80 que escuchás me desacelera la razón. Esa
cerveza chilena, que me hacés tomar caliente –en caliente-, quiere salir de mí.
Que no, que no quiero ir al baño de tu casa, que quiero respirar. Necesito
respirar.
Qué piola la vida que hay
en estas calles. Qué piolas los monos yendo apurados de acá para allá. Dónde
vivo yo es todo lo contrario, y aunque a veces me gusta que sea así, hay otros
días en que preferiría cruzarme a alguien como vos en la calle. No hay muchas
como vos, sabés.
Qué incómoda la noche, se
retuerce como un ratoncito herido de amor.
Esta plaza besa
demasiado, húmeda y humanamente bien. Aquel linyera que llora, también besa. El
aire besa. Tu gamba chueca besa. Y todos mis chistes y mi risa idiota te hacen
reír cuando te besan.
La efímera mosca
columpiándose en el hilo del saquito de té. La taza se acurruca en las manos. Que
la pena nos cosquillee hoy, no es casualidad. Siento que hay que desandarse más
y más. Vamos, vayamos a llenarnos.
En tu sonrisa, el dibujo,
los rastros de un océano sosegado. Vas dejando en cada paso miguitas de aquel
cadáver de sal que llevás en vos.
No quiero contar las
horas del frío en la vereda. Prefiero al rocío en estado post-coito. Subamos, esta
noche quiero dormir con vos, y espero que a tu vieja no le moleste el hecho de
que haya olvidado en dónde vivo y quién soy, y quién sos. Realmente no me
importa tu madre. Sólo no apagues las luces, por favor. Quiero memorizar bien
tu cuarto, y llevármelo así, entero, a un sueño en el que el corazón no me
olvide.
Maximiliano Olivera
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