Responder a las miradas
que odiás con guiños y risas es tu manera perfecta de impedir que lleguen esos
puñales a tu carne. Sin embargo, la gente estúpida te duele, muy en el fondo.
Pero más te choca que tu lengua esté sin esas vueltas que la espuma de un
alcohol le da. Siempre estás apurada y nunca tenés en claro hacia dónde vas. Una
vez, mirándonos, preguntaste: “¿Hay que ir a algún lado?”. Y te reías como una
loca, con todos esos dientes aún más locos que vos. Y no dejo de pensar que
sería de mi vida sin esa luz que tan furtivamente metiste en mí, y aunque en
aquel momento no era capaz de verla por mí mismo, hoy, estando a un año luz de aquellas calles que andábamos, puedo hasta incluso palparla, y eso me basta para poder sonreír.
Maximiliano Olivera
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