Mañana
Mi alma que
duerme brota otros nombres. La nostalgia parece haber vuelto sin luz, otra vez.
Su fango tropieza con los muebles de toda la casa, mientras ella baila como
esquirla implacable entre mis dedos.
Tarde
¡Descendé! No naciste para morir atascado en las cuencas de una flor; tu
sombra llega del sol, pibe tejido, debés brillar para ella. El cielo preexistió
en vos.
¡Descendé! Todavía amar es producir el halo lunar acá, en tierra.
¡Descendé! Que la
tarde no pretende irse a ninguna parte sin vos.
Noche
El espejo me cede todo color guardado en él. Al parecer la noche se empotró en cualquier parte. Ahora la llevás en el pecho. ¿Viste?, nada la
detiene. Se desarma en idiomas durmientes.
Maximiliano Olivera
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