31 de diciembre de 2014

Transparencia

Los ojos ruedan
sin miradas que perfumen
cuerpos desabridos.
Rodando sobre hojas
que solían esconder
mensajes para las aves.
Recorren el escritorio
de estrellas desperdigadas
por insectos de medianoche.
La noche y sus hijas dulces
desafinan afuera de la casa
ruidosas tormentas divinas.
Hoy me toca velar sin ojos
por todos mis olvidos caídos
bajo rayos y supernovas.
Hoy me toca ser aquel
al que los dioses llaman bastardo,
y le niegan su pan de claridades.
Hoy, frágil luz meridional.
Mañana, sábado de lunas irascibles.
Hoy, todo cuero, todo dolor.
Mañana, pasado y fuegos.
Aprender de cada lágrima gris
que cada sueño es un cristal
que no logra flotar hacia el cielo.

Maximiliano Olivera

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