22 de agosto de 2014

#6

Necesito unos dientes que me alejen del ruido de ciudad y mastiquen todo deseo de escapar de aquel dolor que da brillo a esta sangre. Ahora es cuando el puño se abre para dar a conocer su cara ensangrentada y morada. ¿Para qué o quién? En esta habitación donde solo cabe mi cama y una ventana que da directo al cielo y a la lluvia. Mis pies, desde el otro lado del cristal, donde encuentran descanso, hundidos en la enhollinada barba de un sauce. Los fuegos del mundo no crecen más que esta selva de monos que iluminan las copas de los arboles. La muerte y los hombres caminan unidos a un yugo el cual es custodiado por el frío polvo del invierno. Mi alma está atrapada bajo un hechizo que solo el hambre entiende. Mi cuerpo vaga por la casa sin mirarme a los ojos, sin pronunciar otras palabras más que "picardía", "idiota", "comida". Y es ahí cuando uno piensa en como mover las piernas en dirección contraria al deseo de desaparecer. La sed fluye por las venas, separando la sangre de las letras y el agua de la arena que reposa bajo las uñas. A veces me siento hecho de papel, sin llevar ningún manuscrito, sin ningún dibujo o garabato. Un papel invisible, al parecer, a todo recuerdo, y todo animal. Marcho como una hoja que no le pertenece a ningún libro ni cuaderno. Marcho como una hoja que sin sueños va por ahí, intentando dormir.

Maximiliano Olivera

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