17 de septiembre de 2013

Una gran división entre la risa y el arte del olvido

Fin, fin, fin. Nací producto del celo de dos puntos grises que se unieron para ser otro color. Todo comenzó con unos besos ligeros, porque no hay que dejar de respirar; unas dulces palabras para sustraer enteramente la belleza, que tiende a escapar. Luego unos barrancos más abajo, ya dentro del cristal, el amor arrancó todos los cables que los demás sentimientos a la fuerza metieron en su boca, y se liberó de toda esa basura rosada, secular e impronunciable. Pateó todos los castillos, bosques y montañas que se le cruzaron, y siguió su camino hasta llegar al mar, y sin saber nadar, continuó, donde hizo exactamente lo mismo que en tierra, hasta que el aire se le agotó. Todo lo que quedó atrás sirvió para erigir esta pirámide que ves, que soy. De esas ruinas, muertes y fuego, viene mi sabiduría; del montón de polvo y cenizas, mi voz. Me alivia ser ese resultado que ni siquiera Dios pensó.

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Mierda, mierda, mierda. Tornado, no me dejés afuera de mi propio sueño. Donde estoy ahora hace tanto frió y calor, y yo no se nunca bajo qué piedras esperar, algunas suspiran y puedo oírlas preparándose para copular. Por favor, aunque sea abrí una ventana, que quiero saber por qué todo muere en tu interior.

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Gris, gris, gris. El perrito hizo un pozo con sus patas, al que pronto tapó no sin antes esconder celosamente su mensaje a los dioses: "maestro, quisiera no ser más así, tan liquido, tan fractal."

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Hogar, hogar, hogar. Padre, se que hace meses que no me veías y te pido perdón si te llegué a preocupar, pero, tenés que saber que mientras estuve recorriendo este bello país la pasé muy bien, yendo de un pueblo a otro, conociendo gente muy colorida, paisajes de ensueño, viendo animales que nunca había visto. Y todo el tiempo estabas en mi mente, ¿sabés? Anclado en el medio de un cerro o sobre una barca, sorprendido de la inmensidad, la que nunca los edificios y la neurosis te permitieron una sola probada. Vine para decirte, entre otras cosas, cuanto lo siento. Antes de emprender el viaje hice algunas cosas de las cuales me avergüenzo. Seguro no lo notaste, pero, mientras dormías una de tus siestas, robé tu lengua, la cual me sirvió después para alimentar a un perro que tenía tu misma mirada. Bueno, pensaba que tal vez no la necesitarías más, ya que nunca decías nada. Ahora aligeré un poco tu cuerpo, tu almita te lo va a agradecer más tarde.
También vendí tu pulmón más sano a un joven saxofonista, y tampoco pienso que esto te genere algún mal. Vamos, papá, en tu estado, un par de pulmones vendrían a ser casi como jugar un partido de fútbol con dos arqueros en tu equipo, ya que tu cuerpo con el tiempo se va haciendo, como te lo prometí, más liviano, pero nunca frágil, nunca. Cada vez menos órganos que oxigenar. Aligeré aún más tu cuerpo, tu almita hoy podrá mostrar contenta todos sus dientes.
Además de todo esto que te cuento, hice algo que creerías bueno. Como sé que nunca conociste el mar y te morías por conocerlo, corté con mucho cuidado tus manos y me las llevé. Apenas estuve cerca del océano, me acerqué y acaricié el agua con ellas. ¿Estás un poquito mejor ahora?

Maximiliano Olivera

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