13 de junio de 2014

¡Fuego!

Dentro del ojo de la muchacha lunar caben mil montañas. Ella en el fondo de su alma es un caballo bayo, de tono brilloso, bien cuidado. Su pene siempre erecto a la hora de marchar entre las hembras y los demás machos. Precisamente, ese comportamiento sumiso y nervioso, en extremo, de los de su misma especie, alejó a todo hombre que presencio en carne propia semejante cosa rara. ¿Cabalgar lo infatigable, semental, maldito?
A veces me deja ver dentro suyo, y cada vez que sucede, todo ser vivo que habita en mi interior se licua: cada célula, cada sentimiento, cada noción y pulso.
Dentro del ojo de la muchacha lunar caben mil montañas. Ella es un fuego eterno, y su retina de agua no conoce de treguas ni pactos. Algo en lo profundo de su  pecho abisal late en forma de maremotos.
A veces me deja acompañarla en sus siestas, pero, jamás duermo, simplemente me quedo contemplando lo maravilloso de su rostro al enfrentar el sueño sin armas ni escudos, sin aliados ni enemigos, sin vida ni muerte.

Maximiliano Olivera

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