24 de marzo de 2014

#5

Te podría dar
de nombre lo que llevo escrito en mi codo:
"Enfermizo";
O relajarme y mentirte:
"nada puede salvarnos";
o lavarte con vientos
y cafés
el cuello morado
por la vida agitada
y mezquina que llevás;
o arrepentirme de haber llegado
hasta acá, solo para que la mente me susurre:
"en esta esquina es mejor
ser verdugo que una sombra enclenque";
o, mejor,
despertarte,
confiarte la mano violenta
de la duda,
esa
que destroza rimas somnolientas
con besos
que no saben nada
de omisión o
constancia.
Vamos,
vos diluíte,
que las calles y las tazas
quedaron vacías
por la tormenta.

Maximiliano Olivera

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