4 de marzo de 2013

#3

Malditamente solo en mi alma.
Mordiendo la misteriosa mecánica del vuelo de las horas.
Quisiera también morder las largas uñas de este dolor,
pero mis dientes dormitan entre las vísceras del estío.

Agradeciendo a los dioses que aún el sudor no viene en latas de conserva.

Me pregunto de que lado de estos ojos quiero estar.
No se si prefiero ser la carne que siente o la aguada sombra en la pared.

Las agujas cantan una canción que dice: "Quisiera cambiar, yo quiero cambiar. Mi miedo es cambiar de verdad."
No entiendo por qué me agobia entregarme a estas tontas palabras que tratan de hacer del silencio un pedestal.
Yo aún me sostengo de mis huesos escurridizos, a los que estoy momentaneamente atado.
Atrapo las voces más hijas de puta de mi mente, y las abrazo.
Son suaves, son suaves cuando quieren herir.

Tratando de comprender por qué estallan las tazas y por qué se agría el té cuando entra en mi torrente sanguíneo.

Las cosas que digo son apenas huellas imprecisas de lo que realmente quiero decir,
pero en estas mismas vaguedades encuentro palabras que convierten a la lejanía en algo menos tortuoso.

No puedo pretender que las tibiezas grises de este mundo se abalancen hacia mi sin un traspié de por medio, pero ¿es necesaria una implosión cada vez que nazco?

Maximiliano Olivera

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